Y es que la noche no había sido tan maravillosa como ella esperaba, y el guaperas de Toni había pasado olímpicamente de ella, sucumbiendo a los encantos de su -hasta ese momento- amiga Susana, a la que ahora Estefanía dedicaba apelativos tan cariñosos como zorra o pendón desorejado, por no citar otros sinónimos de mayor contundencia. Con suave pero constante vaivén fue acariciando el erecto órgano, penetrando ocasionalmente en la inundada cavidad que lo rodeaba como si fuera un pequeño islote en medio de un mar de ocres aromas. Mientras el dedo hacía diestramente su labor, la mano libre se posó sobre las prominentes colinas formadas por sus majestuosos pechos, coronadas por las puntiagudas protuberancias de sus pezones. Sin embargo, cuando estaba a punto de librarse a un profundo y placentero orgasmo, su concentración se vio truncada por unos intensos y desagradables ruidos procedentes del patio de luces, del que tan solo la separaba la ventana de su habitación. Cansada y visiblemente malhumorada, optó por levantarse de la cama y tomar una buena ducha relajante. Encima de tan breve prenda tan solo un corto vestido blanco, entallado en la cintura y ceñido a unos erguidos pechos juveniles, asomando descarados y vivaces por un profundo escote; la falda de vuelo, pues le gusta andar sin que tal parte de su indumentaria estorbara su andar vivaz y saltarín. Por la ventana abierta de la cocina pudo ver con claridad a los culpables de su desasosiego: un par de hombretones rudos y sudados que colgaban de un andamio en el patio de luces. Al principio Estefanía no les prestó demasiada atención, tan solo una soberbia y desafiante mirada de desprecio al notar sus ojos clavados en sus nalgas, ligeramente visibles al agacharse, pero acabó por encontrarlos incluso sexys, a pesar de su aspecto brutal y desaliñado. Una vez llenado el buche se dirigió de nuevo a su habitación, bamboleando provocativamente la sugestiva grupa ante la atenta mirada de los obreros, que no se perdían detalle.
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Normalmente, las mujeres rara tiempo expresan su interés en el amor directamente. En un bar o discoteca, por desgracia, a veces es complicado. No se puede saber sólo con mirarla.